Hace unos años leí en la revista
del Colegio de Pilotos qué ocurrió y cómo sucedió la muerte de Antoine de Saint
Exupéry, como sabéis fue abatido en su avión por un caza alemán, cerca de las
costas francesas, coincidiendo incluso en su día de aniversario.
Varias son las razones que me
hacen sentir una admiración y simpatía por él. Mi pasión por el vuelo, seguida
muy cerca por mi afición a escribir… pero creo que lo que más nos une es ese
espíritu juvenil por descubrir, cada día, la nueva iluminación del sol; cómo
sobre la tierra se construyen sombras chinescas que adquieren multitud de
formas diferentes de un mismo objeto…que lo hace distinto cada día, cada hora
según el camino y situación del sol.
Por eso hoy, escuchando el relato
que hace su madre del día de su muerte…puedo asegurar que Antoine (el nombre
también nos une) era feliz. La madre relata:
“Se toma un café, muy caliente, y sale. Se oye el zumbido
del despegue. Ha salido en viaje de reconocimiento por el Mediterráneo y sobre
Vercors. El radar lo siguió hasta las costas de Francia; luego se hace
silencio. El silencio persiste y nace la espera. El radar se esfuerza por
captar una señal de vida...”
Los radares no pueden
captar su última sensación… sorprendido a los mandos de su avión, piensa
deprisa para evitar la muerte, maniobra sin que ya nada responda en aquel
pájaro que tanto amaba…no puedo describir sus últimas palabras, tampoco para
quien fueron dirigidas, pero si puedo saber que su última mirada fue para la
caprichosa sombra proyectada sobre el mar…de su propia muerte, y rió…rió
mientras esa sombra aumentaba de tamaño para engullirlo al tiempo de recibir el
frío abrazo del mar.
A la excitación de la
muerte, confundida por su recibimiento, se unió la victoria de su libertad para
caminar por asteroides diminutos donde preguntar por “El Principito”. Su espíritu
agradeció una liberación sin espera, a bordo del corcel que mejor sabía
cabalgar…En ningún momento conoció la cara de su libertador…estoy seguro de que,
por todo ello, rió burlando el olvido del tiempo…única muerte donde ni siquiera
queda polvo de lo que fuiste.
Por todo lo que nos
une Antoine, quiero resucitar tu vida literaria…
arrancarte del silencio de la muerte, sin que
tenga que haber un día, sólo porque conocemos la sensación del vuelo, porque
deleitamos paisajes sin existencia, construimos mundos en miradas desconocidas
y disfrutamos de la vida sin preguntar… te recordaré en aquel pasaje que además
tiene un significado especial en mi vida…
“ENTONCES apareció el zorro:
-¡Buenos
días! -dijo el zorro.
-¡Buenos días! -respondió cortésmente el principito
que se volvió pero no vio nada.
-Estoy aquí, bajo el manzano -dijo la voz.
- ¿Quién eres tú? -preguntó el principito-. ¡Qué
bonito eres!
-Soy un zorro
-dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-,
¡estoy tan triste!
-No puedo
jugar contigo -dijo el zorro-, no
estoy domesticado.
- ¡Ah, perdón! -dijo el principito.
Pero después de una breve reflexión, añadió:
- ¿Qué significa "domesticar"?
-Tú no eres
de aquí -dijo el zorro- ¿qué buscas?
-Busco a los hombres -le respondió el principito-.
¿Qué significa "domesticar"?
-Los hombres
-dijo el zorro- tienen escopetas y cazan.
¡Es muy molesto! Pero también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú
buscas gallinas?
-No -dijo el principito-. Busco amigos. ¿Qué
significa "domesticar"? -volvió a preguntar el principito.
-Es una cosa
ya olvidada -dijo el zorro- significa
"crear lazos... "
- ¿Crear lazos?
-Efectivamente,
verás -dijo el zorro-. Tú no eres
para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no
te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro
entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces
tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo
seré para ti único en el mundo...
-Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay
una flor... creo que ella me ha domesticado...
-Es posible
-concedió el zorro-, en
- ¡Oh, no es en
El zorro pareció intrigado:
- ¿En otro
planeta?
- Sí.
- ¿Hay
cazadores en ese planeta?
-No.
- ¡Qué
interesante! ¿Y gallinas?
-No.
-Nada es
perfecto -suspiró el zorro.
Y después volviendo a su idea:
- Mi vida es
muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se
parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente, me aburro un poco.
Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos
pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la
tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y,
además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo
tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada
y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo
maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un
recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al
principito:
-Por favor...
domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito - pero no tengo mucho tiempo. He de buscar
amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se
conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer
nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, Los hombres no
tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
- ¿Qué debo hacer? -preguntó el principito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
El principito volvió al día siguiente.
-Hubiera sido
mejor -dijo el zorro- que vinieras a
la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres
yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A
las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la
felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi
corazón... Los ritos son necesarios.
- ¿Qué es un rito? -inquirió el principito.
-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día no se parezca a
otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo,
hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves
entonces son días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la viña. Si
los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no
tendría vacaciones.
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y
cuando se fue acercando el día de la partida:
- ¡Ah! -dijo el zorro-, lloraré.
-Tuya es la culpa - le dijo el principito -, yo no
quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
-Ciertamente
-dijo el zorro.
- Y vas a llorar! -dijo el principito.
- ¡Seguro!
-No ganas nada.
-Gano
-dijo el zorro- he ganado a causa del
color del trigo.
Y luego añadió:
-Vete a ver
las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme
adiós y yo te regalaré un secreto.
El principito se fue a ver las rosas a las que
dijo:
-No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa.
Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro
era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le
hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Las rosas se sentían molestas oyendo al principito,
que continuó diciéndoles:
-Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la
vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa
es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas,
porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal,
porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas) y es
a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse.
Porque es mi rosa, en fin.
Y volvió con el zorro.
-Adiós -le dijo.
-Adiós
-dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que
no puede ser más simple: Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial
es invisible para los ojos.
-Lo esencial es invisible para los ojos -repitió el
principito para acordarse.
-Lo que hace
más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
-Es el tiempo que yo he perdido con ella...
-repitió el principito para recordarlo.
-Los hombres
han olvidado esta verdad -dijo el zorro- pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has
domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
-Yo soy responsable de mi rosa... -repitió el principito a fin de recordarlo"
(El Principito - Antoine de Saint-Exupéry)
(https://es.wikipedia.org/wiki/El_principito)
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Hola...gracias por tu comentario...cuando lo lea contestaré personalmente
Besos