El Zorro
No sé si recordáis aquel zorro del
cuento de “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry, un zorro desconfiado que
trataba de huir de todo aquel que pudiese acercarse a él, alejando así la
posibilidad de sentir las sensaciones de la amistad.
-
¡Hey! No cuentes la historia sólo
desde una parte.
-
Y
tú ¿Quién eres?
-
Digamos que me llamo “la otra cara”
-
¿La
otra cara?
-
Si, todo tiene otros puntos de vista,
uno por cada persona que lo ve, pero como es imposible ser tantos a la vez, yo
he decidido exhibir siempre otro argumento diferente, eso… ¡La otra cara de la
moneda!
-
Bueno
estará bien tener un “abogado del diablo” en esta historia, aunque no creo que
la tenga.
-
¿Cómo eres tan iluso? para empezar es
cierto que su desconfianza evitaba la posibilidad de tener amigos… pero también
le daba la seguridad de no recibir la desilusión de esas amistades.
-
Y
tú ¿Cómo puedes atribuir a la amistad… desilusión?
-
¡Mucha más que momentos buenos!
-
Eso
no es cierto… la amistad proporciona los mejores momentos de nuestra vida.
Llora con nosotros cuando la tristeza camina a nuestro lado. Se alegra formando
parte de la alegría misma cuando algo bueno ocurre cerca o dentro de nosotros…
-
¡Ya…! ¿Y cuando esa amistad es la
causa de esa tristeza? ¿0pinas lo mismo? ¿No crees que se añade el dolor de la
pérdida de amistad a la propia causa de las lágrimas?
-
No
trates de confundirme con rodeos
pseudofilosóficos que no tienen ninguna razón…
-
No es demagogia, compañero, ¿me
permites que pueda llamarte así?
-
Si
claro…
-
Como te digo, no es demagogia, ¿Puedes
decirme cuántos amigos que “lloren contigo” están a tu lado?
-
He
de confesar que no son muchos, pero los que han llegado junto a mí hasta este
momento son fortalezas que admiten mi refugio en cualquier situación, y los
“peligros” – si no desaparecen – disminuyen su tamaño y también su intensidad.
-
Veamos, hagamos un repaso, ¿Cuántos de
esos amigos pertenecen a la infancia?
-
Creo
que ninguno…aquellos compañeros de juegos se perdieron junto a esos juegos y,
aunque es cierto que traté de recuperar a los más íntimos de aquel momento, las
personas que habían encerrado a aquellos niños eran muy diferentes de las
imágenes que tenía mi recuerdo. Seguramente, también ocurrió lo mismo en sus
sentimientos hacia mí. Ya no era aquel niño que había corrido junto a ellos, ni
quién había pasado horas interminables jugando al fútbol en la calle de La
Reina de Aranjuez, hasta que la oscuridad hacía imposible vislumbrar el rodar
del balón. Cuando en algún momento hemos estado juntos en la actualidad,
nuestras conversaciones se han llenado de nostalgia por aquellos juegos
perdidos o tratando de recordar los caminos recorridos por otros protagonistas
de aquella época, pero ya no existía el interés que debe tener la amistad por
el otro.
-
1 -0 para mí… Estarás conmigo en que
la amistad, en esa época, no lo es tanto, sino más bien la ayuda que todos
necesitamos para ir moldeando nuestro carácter.
-
Yo
no diría tanto, también creo que a veces no entendemos esas amistades, y
nuestro egoísmo camina en solitario, creyéndose capaz de afrontar los problemas
sin ayudas y el amigo queda alejado, mientras su amistad llora en silencio
nuestra incomprensión pero convencido de que debe dejarnos ir, sin ni siquiera
interponer la más mínima súplica.
-
No trates de buscar justificaciones,
la conclusión de las amistades de infancia es que, por distintos motivos, son
dolorosas. Ya sea por la pérdida de aquellos niños en las personas que son hoy
en día o por nuestro olvido en el transcurrir del tiempo, su recuerdo
proporciona más lágrimas que sonrisas. Y ¿Qué me dices de las amistades de la
adolescencia? ¿Cuántos amigos quedan de aquellos tiempos?
-
Ahí
sí te equivocas, precisamente los amigos de ese momento son los que permanecen
junto a ti en cualquier momento. Resisten el olvido y se muestran tan ciertas y
frescas como entonces.
-
¿Estás
seguro? ¿No será que prefieres mantener tu imagen de aquella amistad a ver la
realidad?
-
No,
esa amistad perdura sin discapacidades. Intacta porque se fue fraguando en el
transcurrir de muchos días, cuando el alma no utilizaba gafas porque todo era
cristalino, sin dobleces. Los amigos de la adolescencia no tienen doble fondo.
Son siempre de una misma imagen. El tiempo no tiene efecto ni siquiera en la
materia, porque la realidad de hoy se mezcla con aquélla y, transcurridos unos
minutos de adaptación, surge con más fuerza la imagen juvenil.
-
¿Hablas
de reuniones de comida? Porque esos son los momentos que quedan de aquellas
amistades adolescentes. Seguramente, ninguna aguantaría el pasar de tan sólo tres
días juntos. Son encuentros esporádicos que ya casi nada forma parte del bagaje
común. Si no piensas así ¿Cómo son vuestras conversaciones? Gran parte de ellas
transcurren en aquel tiempo adolescente.
-
Estás
muy equivocado. Cierto que nuestros encuentros son pocos y limitados en el
tiempo a unas horas de un día. No tengo elementos para decir si nuestra amistad
permanecería intacta después de tres días actuales, pero nuestros valores son
los mismos y eso mantiene el cariño.
-
Sí
pero aquellos valores que aprendisteis juntos se han mezclado con el
transcurrir de la vida misma y, ni siquiera tú tienes las mismas convicciones de
entonces. Ya no eres aquel adolescente capaz de hacer cualquier cosa por
cualquiera de tus amigos.
-
En
esta ocasión, creo que haces juicios temerarios, sin tener ninguna razón que
pueda apoyarlos. No puedo decir qué haría si se produjesen esos momentos que,
además estoy muy feliz de que esas circunstancias no se produzcan porque eso
significa que están bien. ¿Quieres decirme definitivamente quién eres y qué
pretendes?
-
Soy
ese zorro que nombrabas al principio. Conocedor de la soledad por mis miedos sí,
pero también escarmentado de la amistad.
-
Sinceramente,
creo que no existe escarmiento por culpa de la amistad. Todo lo que ocurre
dentro de ella tiene tanto valor que aunque se pierda al amigo en los caminos
de la vida, nunca se produce aquel vacío del alma que cantaba aquella canción.
Siempre queda lo vivido dentro de esa amistad. Además, la vida misma te
proporciona la alegría de las nuevas amistades. Todas ellas dejan un poso
dentro de cada uno de nosotros.
-
Tal
vez deba aprender a ser amigo de alguien ¿puedes domesticarme?
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Besos